Las investigaciones demuestran que enjuagar la ropa sucia es tan importante como lavarla.
Al final del lavado, un ciclo corto de enjuague – con agua fresca y limpia – asegura que la suciedad liberada en la ropa, junto con el detergente, se elimine.
Pero el ciclo de enjuague hace mucho más que eso, según han descubierto físicos estadounidenses y británicos1. El enjuague con agua limpia garantiza que incluso las partículas de suciedad más pequeñas y, por lo tanto, más resistentes, se desprendan del tejido.
El detergente consiste en los llamados tensioactivos. Éstos reducen la tensión superficial de un líquido, lo que facilita que el líquido transporte partículas (suciedad) con él. Sin embargo, según los actuales «modelos de lavado» teóricos, las partículas más pequeñas, del tamaño de unos pocos micrómetros, tardarían varias horas en desaparecer. Y sin embargo, eso no es lo que sucede en una lavadora moderna.
Según los físicos, las diferentes propiedades químicas entre el agua de enjuague fresca y limpia y el agua de lavado se traducen en un gradiente electrolítico que extrae las partículas de suciedad de sus cavidades. Pudieron probar sus sospechas con lavados simulados en su laboratorio.
«El descubrimiento podría hacer caer la velocidad, lo que haría que las máquinas fueran más eficientes energéticamente y, sobre todo, más silenciosas».
Los ingenieros de la empresa de lavadoras pueden ahora empezar a trabajar en el nuevo descubrimiento. Reforzando el gradiente, podrían, por ejemplo, reducir la velocidad, lo que haría que las máquinas fueran más eficientes energéticamente y, sobre todo, más silenciosas.
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