La producción humana de metano está subestimada.

El metano es un poderoso gas de efecto invernadero, mucho más nocivo, a la misma concentración, que el dióxido de carbono. Y las actividades humanas, en particular la extracción y distribución de este gas, son responsables de una contribución a las emisiones mucho mayor de lo que hemos pensado hasta ahora. Así se afirma en un nuevo estudio publicado en «Nature» por Benjamin Hmiel de la Universidad de Rochester, Estado de Nueva York, y sus colegas en una colaboración internacional, ya que los datos experimentales conducen a una reducción de la importancia de las emisiones de las fuentes naturales.

Los autores analizaron la composición de los núcleos de hielo extraídos en Groenlandia entre 1750 y 2013, y compararon los resultados con los datos obtenidos en la Antártida en años anteriores. Las mediciones de Hmiel y sus colegas muestran que las emisiones geológicas de metano durante este largo período oscilaron entre 1,6 millones de toneladas y 5,4 millones de toneladas, lo que supone un orden de magnitud inferior a las estimaciones utilizadas actualmente en los cálculos de las emisiones mundiales.

Esto significa que las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la extracción y el consumo de combustibles fósiles se subestiman en 38-58 millones de toneladas al año, o sea, un 25-40%. Esta cifra es de gran importancia porque indica un impacto global de las actividades humanas para explotar estos recursos que va mucho más allá del dióxido de carbono producido por la combustión: la extracción y distribución de metano implica inevitablemente una parte de los gases que se dispersan en la atmósfera antes de ser almacenados y utilizados, con un impacto significativo en el efecto invernadero y por lo tanto en el calentamiento global.

Sin perjuicio de la importancia de las emisiones de dióxido de carbono, estas alarmantes cifras llaman la atención sobre el problema del metano. Sus concentraciones en la atmósfera se han duplicado con creces desde la Revolución Industrial y han aumentado drásticamente en los últimos años, en parte como resultado de prácticas muy discutidas como el fracking, la técnica de fractura hidráulica en los estratos rocosos del subsuelo, utilizada principalmente en los Estados Unidos para mejorar la extracción de petróleo crudo y gas.

Los autores esperan que los resultados de sus investigaciones se utilicen para planificar estrategias de reducción de emisiones específicas y mitigar sus efectos en el cambio climático.